La agricultura enfrenta desafíos sin precedentes debido al cambio climático, que altera los ciclos de cultivo, intensifica las sequías y genera inundaciones devastadoras. En este contexto, ha surgido un debate sobre el papel que podrían jugar los cereales antiguos y las prácticas agroecológicas en la construcción de sistemas agrícolas más resilientes.
Las consecuencias del cambio climático en la producción agrícola son palpables en todo el mundo. Y es que estamos viendo como cada vez más adversidades climáticas destruyen cosechas enteras.
Hemos visto como las sequías en el Mediterráneo o las inundaciones en Europa central afectan gravemente la capacidad de los cultivos para prosperar.
En respuesta, han surgido propuestas para diversificar las estrategias agrícolas, desde el uso de variedades tradicionales de cultivos hasta la adopción de prácticas agroecológicas, como herramientas para mitigar los impactos del clima cambiante.
Los cereales tradicionales como el trigo duro «timilia» y el trigo blando «maiorca» han demostrado ser más resistentes en condiciones adversas, como la sequía en Sicilia, donde estas variedades lograron dar semillas mientras que las industriales fracasaron.
Sin embargo, aunque su resistencia es clara, su menor productividad en comparación con las variedades modernas plantea interrogantes. ¿Deberíamos apostar por una mayor adopción de estas variedades o su uso debería limitarse a ciertas condiciones o mercados locales?
La agroecología, con sus principios de gestión sostenible del suelo y conservación de la biodiversidad, se ha posicionado como una estrategia eficaz para aumentar la resiliencia de los sistemas agrícolas.
Su enfoque en la protección de los suelos y el manejo responsable del agua ha mostrado resultados prometedores en la mitigación de inundaciones y la reducción de la erosión.
Sin embargo, su implementación a gran escala plantea un debate. ¿Es posible integrar estos principios en sistemas de producción industrial o su aplicación será más viable en explotaciones pequeñas y locales?
El concepto de soberanía alimentaria, promovido por movimientos como La Vía Campesina, aboga por sistemas alimentarios controlados por las comunidades locales, con un enfoque en la agricultura familiar sostenible.
Esta propuesta plantea un modelo alternativo frente a los sistemas agrícolas globalizados actuales, que dependen en gran medida de monocultivos y cadenas de suministro internacionales.
A pesar de sus beneficios en términos de biodiversidad y resiliencia, algunos expertos cuestionan si este modelo puede satisfacer las crecientes demandas alimentarias de una población mundial en expansión.
El rescate de los cereales antiguos, la implementación de prácticas agroecológicas y la soberanía alimentaria ofrecen soluciones interesantes para enfrentar el cambio climático.
Pero, y sí, hay «peros», también abren la puerta a un debate necesario sobre cómo combinar estas estrategias con los sistemas agrícolas modernos para garantizar la seguridad alimentaria global.
¿Será qué en lugar de buscar respuestas absolutas, la conversación debe centrarse en cómo equilibrar productividad, sostenibilidad y resiliencia en un mundo en constante cambio?
Explícanos que necesitas y te diremos cómo podemos ayudarte.